Aunque la imprenta nació en Alemania de la mano de Gutenberg, el impresor Aldo Manucio fue quien impulsó la edición e impresión de obras griegas y latinas desde Venecia al resto de Europa. En el siglo XV la ciudad contaba con más de cien librerías y el libro se convertirá por primera vez en un objeto de uso individual.
Son muchas las cosas que conocemos de Venecia: sus canales, sus puentes, el carnaval, el festival de cine… Sin embargo, pocos saben que la ciudad acuática también fue la ciudad del libro. Podemos decir que el libro, como objeto para uso individual, nació en Venecia, los viajeros que pasen por aquí se darán cuenta de que esta ciudad cuenta con un inmenso número de librerías que resulta excesivo para su tamaño. Y el responsable de la vinculación de Venecia con los libros, es el humanista e impresor Aldo Manucio, nacido en Bassiano en 1449.
Como ya sabemos, la imprenta se inventó en 1450 de la mano del alemán Johannes Gutenberg, pero será Manucio quien desarrolle y exporte este invento por Europa. Manucio recibió una ingente preparación tanto en latín como en griego, siendo un apasionado de los clásicos de la literatura griega, una de sus principales ambiciones es que estas obras no cayesen en el olvido o se perdiesen físicamente. Gracias al mecenazgo del príncipe Alberto Pío, Manucio pudo abrir un taller de impresión en la ciudad italiana de Carpi, pero debido a la gran pujanza comercial y económica que ofrecía la cercana República de Venecia, decidió mudarse a esta ciudad en 1490, allí estableció su taller de imprenta editando antiguas obras griegas y vendiéndolas posteriormente a los habitantes venecianos. Hasta este momento los libros eran utilizados como material de consulta en bibliotecas y universidades, pero no eran accesibles a la gente común y mucho menos estaba normalizada su venta. A Manucio se le debe, por ejemplo, la primera edición de algunas obras de Aristóteles, Platón, Eurípides o Plutarco. Otra de las aportaciones de la «imprenta aldina», nombre con el que bautizó su taller, fue la creación en 1501 de un nuevo tipo de letra conocida como tipografía itálica, que actualmente conocemos como la cursiva. A la muerte de Manucio en 1515, su hijo Paulo se hizo cargo del taller continuando la labor de impresión y reproducción de clásicos greco-latinos, permitiendo la expansión del libro como objeto cotidiano y el incremento del nivel cultural de los venecianos.
Otros impresores tomaron el ejemplo de Manucio y empezaron a proliferar los talleres de impresión en Venecia, pero sobre todo la ciudad se lleno de librerías, convirtiéndose los libros en un nuevo producto, apreciado por los comerciantes, que suplirá en parte la crisis comercial que sufrió Venecia en el Siglo XVI a causa de las nuevas rutas comerciales impuestas por España y Portugal en el continente americano. Esa predilección por las librerías podemos apreciarla en la actualidad, todavía hoy Venecia conserva multitud de librerías repartidas por sus seis barrios. La más antigua de todas es la Emiliana Antiquarium, abierta en el Siglo XIX, conserva una gran selección de grabados venecianos desde el Siglo XV al XXI; la librería Bertoni, en pleno centro de la ciudad, se dedica desde hace décadas a la venta de libros descatalogados y ejemplares raros; la librería Studium, próxima al Puente de los Suspiros, está especializada en libros relacionados con estudios religiosos; podemos decir que La Toletta es la librería más grande de Venecia y también la que posee mayor variedad de temas, es de los pocos lugares en la ciudad donde podemos encontrar literatura en castellano; merece la pena darse un paseo por la librería de Marco Polo o por la Sullaluna, pero sin lugar a dudas, la librería más importante que tiene Venecia, y también la más bella, es la Aqua Alta, una góndola a tamaño real en el centro del local exhibe una importante colección de libros de segunda mano, la mayor parte de los libros se disponen en pequeñas barquitas o en bañeras, cuenta con un patio que presenta una escalera construida con libros, ofreciendo unas magníficas vistas del canal y con otra góndola amarrada a una de las salidas donde podremos disfrutar de unos minutos de lectura, siempre que la afluencia de turistas lo permitan. El aire decadente de la librería Aqua Alta nos transporta, como si fuese una máquina del tiempo, a la Venecia del Siglo XVI, una ciudad que, a punto de perder su hegemonía económica y comercial en favor del Imperio Español, vuelca todo su espíritu es aspectos meramente culturales.
El Museo Correr, situado en el interior de la Plaza de San Marcos, guarda en su interior algunas de las máquinas de imprenta que utilizaron Manucio y sus discípulos, y en la misma plaza también nos encontramos con el Museo Olivetti, un espacio dedicado a la exposición de todo tipo de máquinas de escribir, dejando constancia de que Venecia, a pesar del paso de los siglos, sigue siendo la ciudad del libro.